El presidente del Comité Olímpico Mexicano se molestó al comprobar que la carta de solicitud de la sede para los Juegos yacía en la papelera de pendientes. Faltaban las firmas del Secretario de Gobernación, Gustavo Díaz Ordaz y del Regente de la Ciudad, Ernesto Uruchurtu, para poder ser enviada al Presidente de la República y comenzar con su trámite ante el COI.

Clark Flores tomó la carta en el papel lacrado con el escudo nacional y decidió llevarla personalmente al Presidente López Mateos, quien lo miró extrañado al revisarla.

-Faltan firmas-

-Señor, si me lo permite, en cuanto tenga la suya yo mismo traeré de inmediato las restantes- respondió el militar que ese día obtuvo su cometido a costa de dos enemistades. Para su fortuna, Uruchurtu fue separado de su cargo al poco tiempo, pero Díaz Ordaz se enfiló a suceder a López Mateos en la Presidencia de la República. (Codeme, 1993)

La memoria de la Odepa asegura que el “Libro Blanco” presentado por México fue impecable. Tenía todo previsto y resuelto: fecha de eventos, estudios meteorológicos, contenía evidencias de la experiencia de México como organizador de eventos internacionales. El documento además hacía énfasis en la probada diplomacia mexicana de “libre admisión de atletas, jueces y funcionarios sin importar credo, raza, país, ideas políticas o situación económica o social”.  En pocas palabras: a todos los recibimos con los brazos abiertos, diría la lisonja popular.

El despacho informativo de la agencia UPI destacó la intervención del doctor Eduardo Hay, uno de los cinco oradores mexicanos, en torno a los experimentos para comprobar que la altura de 2,240 metros sobre el nivel del mar no afectaba a los deportistas. (Codeme, 1993)

El doctor Josué Sáenz también subió a la tribuna, lo mismo que Clark Flores.  El miembro del Comité Olímpico Internacional, Marte R. Gómez, quien había sufrido un accidente de tránsito un día antes, abandonó el hospital y se presentó como orador con diagnóstico de conmoción cerebral ligera. Cómo podía faltar el hombre que increpó al titular de Educación Pública, Narciso Bassols, en una carta del 18 de agosto de 1932.

“Por lo espectaculares que son y por lo mucho que atraen, las competencias olímpicas deben ser consideradas, no como el fin de la preparación deportiva, sino como su más eficaz auxiliar”. (R. Gómez, 2000)

Alejandro Ortega San Vicente, miembro del Comité Organizador, escribió en el 2006 que la alocución en inglés de Alejandro Carrillo Marcor, embajador de México que había sido campeón de oratoria en Texas, fue espléndida. (Ortega San Vicente, 2006)

Sin embargo, la votación de la asamblea del COI aquel 18 de octubre de 1963 en Baden-Baden, Alemania, no dejó de ser una sorpresa: 30 votos para México; 12 para Lyon, Francia; dos para Buenos Aires, Argentina y 14 para Detroit, Estados Unidos, esta última marcada por la prensa mundial como la gran favorita en su séptimo intento por obtener la sede olímpica.

“Nos sentimos desconcertados. Realmente creí que teníamos buenas perspectivas” declaró el alcalde de Detroit, Jerry Cavanagh a la agencia UPI.

Otros textos explican las piezas con las que se fabricó aquella sorpresa.

“Al boicot de la Liga Árabe por la Expulsión de Indonesia, a la formalización del movimiento de los JUNUFE (Juegos de las Nuevas Fuerzas Emergentes), al temor del COI sobre la posibilidad de un desplazamiento de los países africanos al campo de los JUNUFE por el apoyo del COI a Sudáfrica y a su temor, finalmente, de ver escindido el Movimiento Olímpico, el COI respondió con la concesión de los Juegos a un país del Tercer Mundo…Brundage declaró incluso a la prensa, antes de su elección, que brindaría su apoyo a México”. (Espinoza Prieto, 1986)

“México había presentado, además, continuidad y consistencia en su política exterior; la cual manifestaba relativa independencia como se había plasmado en el caso de la revolución cubana y, en esos momentos, ampliaba su horizonte a países socialistas europeos y no alineados como la India e Indonesia”.[1]

Coincide Celso Enríquez, catedrático de la Universidad de La Habana. “México dio el ejemplo al mundo de que es posible realizar concursos universales de tal magnitud pese a las limitaciones de su economía, en contraste con naciones super-desarrolladas que lanzan a diario la rabia de su barbarie sobre los campos ensangrentados de pueblos poco menos que indefensos, llevados por los más inconfesables intereses extra-humanos”. (Enriquez, 1968)

El Presidente Adolfo López Mateos lo resumió: “Es el reconocimiento mundial al pueblo mexicano”. (Ortega San Vicente, 2006) En cambio, a su regreso a nuestra patria, el presidente del Comité Olímpico Mexicano evitó el triunfalismo al ser abordado por la prensa.

-Me siento como aquel que le entró a la rifa de un tigre y se lo sacó. ¡Qué hacer con él ahora! Tendremos que trabajar muy duro para salir airosos de este compromiso- advirtió el directivo mexicano. (Escuela Militar de Ingeniería, COI, Odepa, COM, 2010)


[1] Ibidem

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