
El general Tirso Hernández fungió como presidente del Comité Olímpico Mexicano de 1931 hasta 1951, posición desde la que se convirtió en un incansable promotor del deporte con los escasos medios disponibles en su época.
Con esa motivación, siendo dirigente del Comité Olímpico Mexicano también se hizo cargo de impulsar la actividad deportiva en la capital a través de la dirección de educación física del entonces Departamento del Distrito Federal, en una forma más que curiosa.
Ante la falta de maestros de educación física reclutó a unos entusiastas del deporte para capacitarlos como improvisados profesores, cuyo compromiso y facilidad para organizar eventos les ganó el mote de “la Corte de los Milagros”, tan eficaz y peculiar como la descrita por Víctor Hugo en su novela Nuestra Señora de París: el jorobado de Notre Dame.
De allí surgieron, entre otros, el profesor Jorge Muñoz Murillo, quien llegó a ser parte de la Dirección General de Actividades Deportivas y Recreativas de la UNAM. Estaban también Leopoldo “Pollito” Hernández, quien a pesar de tener una discapacidad manejaba una liga de béisbol de 160 equipos en Tacubaya y el “cojo” González, promotor de natación en el deportivo Venustiano Carranza, primer deportivo popular inaugurado en 1929, en la colonia Balbuena.
Formaba parte de la Corte de los Milagros Miguel Mercado, organizador de torneos en el Rastro, Peralvillo y Vallejo y el profesor José Mejía Bustos, apodado el “Padre Panchito”, creador de ligas deportivas entre campesinos en Tlahuac, Iztapalapa, Milpa Alta y Chalco.
El “Padre Panchito” recorría esas colonias en bicicleta llevando en su parrilla el material deportivo que le daba el general Tirso Hernández. Con estos aliados y a golpe de pedal, el presidente del Comité Olímpico Mexicano comenzó a propalar el interés por el deporte y el olimpismo en nuestro país.
Daniel Esparza
Periodista y escritor