“Y de veras el deporte en México, y pese a las nueve medallas con que 1968, en sus anales, pasó a la historia, tipifica a la romántica Cenicienta de Perrault y de nada valen conocimientos, trabajos y renuncias para aliviarle a la pobrecilla las consecuencias del desamor de sus egoístas hermanas”, escribió Antonio Haro Oliva como presidente de la Confederación Deportiva al presentar un diagnóstico del “Pasado, presente y futuro de la Promoción Deportiva en México” al recién electo presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, en 1970.

La Cenicienta todavía llegó radiante a los Juegos Centroamericanos de Panamá, en 1970. El equipo mexicano fue el más fuerte rival de Cuba. México ganó en total 124 preseas, 38 de oro, incluidas ocho de la medallista olímpica, Maritere Ramírez, quien además ligó una de plata y dos de bronce para ser designada la reina de los Juegos. Triunfan también Felipe Muñoz, con cinco preseas; las hermanas Berta y Norma Baraldi en los clavados, lo mismo que José de Jesús Robinson. Radamés Treviño fue el único que pudo arrebatar un triunfo a los colombianos en ciclismo, en el kilómetro contra reloj. Ganaron también los medallistas olímpicos, Agustín Zaragoza y Antonio Roldán en el boxeo. Arturo “Mano Santa” Guerrero se convirtió en el máximo anotador del baloncesto. Por tercera y última vez el equipo mexicano de vóleibol femenil obtuvo la medalla de oro. La seleccionada olímpica, Mercedes Román, quedó tercero en heptatlón y se combinó con Enriqueta Basilio, Lucía Quiroz y Silvia Tapia para lograr el bronce en el relevo 4×100 metros, por segunda vez en la historia del deporte mexicano desde 1950.

El general Omar Torrijos, histórico jefe de la Junta de Gobierno de Panamá, anunció a la mejor atleta de los Juegos: la mexicana Maritere Ramírez, cuyo nombre se quedó para siempre en la nación canalera, pues una calle llevará su nombre en honor a sus resultados.

Justo entonces se rompió el encanto y Cenicienta volvió a los harapos. La propia Queta Basilio lo describió en una entrevista 30 años más tarde.

“Para México 68 existió un gran apoyo para los deportistas, grandes entrenadores extranjeros, excelentes cuidados, fogueo internacional. Siempre decíamos que nuestra generación era para Múnich 72 con una preparación más intensa. Teníamos entre 18 y 20 años. Hubiéramos llegado muy bien”.

“Pero se acabó el compromiso y se acabó todo. Corrieron a los entrenadores, nos quedamos solos. No hubo motor que nos motivara a salir adelante.”

En esas condiciones, la malévola madrastra llamada presupuesto, no encerró a Cenicienta. Más bien la lanzó a la calle, acusándola de rebelde, como en el caso de Queta Basilio.

“Nos corren injustificadamente, que ya no dábamos los tiempos, pero nunca avisaron a nuestros padres y ellos con mucha razón se enojaron, porque a muchos de nuestros compañeros no se les dio ningún apoyo para regresar a sus casas. Andaban perdidos en la Ciudad, se metieron en conflictos y robos por necesidad, otro se fue de guerrillero, a otro le dieron como cárcel Tijuana, era muy jovencito, un excelente atleta. Ya se había cumplido el compromiso y ya no les importaba nada”.

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