
Para muchos Jorge Gómez Parada debía conformarse con ser rico, pero le apasionaba el “football” y creía que más mexicanos debían jugarlo.
Consanguíneo del marqués de San Miguel Aguayo y vizconde de Santa Olaya, fue educado en Inglaterra. Tenía el apellido perfecto para defender el arco pero le encantaba disparar el balón hasta hacerlo mecer en las piolas de la portería rival. Tuvo que ser un buen jugador pues en 1908 fue el único mexicano aceptado en la liga inglesa de football amateur de la capital. Militó en el British Club, formado exclusivamente por ingleses que vivían en San Pedro de los Pinos, muy cerca del Castillo de Chapultepec. (Seyde, 1976)
De hecho, Gómez Parada anotó el único “goal” de la final en que vencieron al Reforma aquel año. Para 1909 se cambió al Reforma y se convirtió en bicampeón, en una liga sin mexicanos, pero tampoco se conformó.
Se dice que su casa, en la Colonia Condesa, contaba con canchas de tenis y de polo, pero que Jorge escogió un llano que daba hacia la calzada de Tacubaya para convertirlo en el primer campo popular de fútbol de la Ciudad en 1910.
Allí, junto con otro pionero del balompié mexicano, Percy Clifford, fundó un club nuevo: el México. El uniforme era un hechizo para tratar de enrolar talentos nacionales: camiseta roja, pantaloncillo verde y calcetas blancas. Por si algo faltara, en el escudo un águila que devoraba una serpiente. (Conade, SEP, 2000)
Así reclutaron a Carlos Troncoso, Serafín Cerón y Carlos Miranda, primeros jugadores nacionales que formaron parte del primer equipo campeón en 1913. El México alineó al propio Gómez Parada, que así se convirtió en tres veces campeón del ahora sí fútbol mexicano, pero además promotor del conjunto que generó talentos autóctonos, como su legendario portero, el albañil Cirilo Roa.
Valiente como pocos, incluso cuando tenía que lanzarse a los postes de hormigón armado, Cirilo se caracterizaba porque cada domingo iba a almorzar a la fonda de su novia para engullir un plato de mole con pollo y una jarra de pulque, que se llevaba para colocarla detrás de la portería y beber entre jugada y jugada.
Pero a pesar de su humilde oficio, Cirilo era un caballero de la cancha. Durante un clásico contra el España, en 1915, un disparo del ibérico Lázaro Ibarreche pegó en el poste, picó en la línea de gol y regresó al campo. En medio de la discusión el árbitro preguntó a Cirilio -¿Fue gol?-
-Sí- respondió el arquero, sin dudarlo, aunque con ello el México perdió el partido. En aquel club México jugó luego Agustín González “Escopeta”, quien llegó a ser el primer cronista de este deporte para la radio mexicana y años más tarde para la televisión. (Seyde, 1976)
Gómez Parada salió del país en 1913 para refugiarse con su familia en los Estados Unidos, durante la Revolución. Reapareció un año después, para competir en una carrera de autos en el circuito de Chapultepec, a bordo de un León Peugeot. (Conade, SEP, 2000)
En 1921 Miguel De Beistegui lo mencionó en una de sus cartas al Conde Henri de Baillet Latour, para formar parte del Comité Olímpico Mexicano. De esta forma, el goleador aristócrata se incrustó en el primer Comité conformado en 1923 con: Carlos Rincón Gallardo, presidente; Carlos B. Zetina, vicepresidente; Martín Sobral, secretario y Jorge Gómez Parada, Enrique C. Aguirre y Lamberto Álvarez Gayou, como miembros. (De la Torre Saavedra, 2020)
Cuando en 1924, Carlos B. Zetina acudió al Congreso del Comité Olímpico Internacional en París, propuso a Gómez Parada como miembro del organismo para sustituir a Rincón Gallardo, quien causó mucha polémica como miembro del movimiento olímpico nacional.
El club México de fútbol reapareció en 1919 y se mantuvo hasta 1927, cuando surgió la primera Federación Mexicana de Futbol que lo obligó a cambiar su nombre al de México Atlético, con el que desapareció. En esa última etapa del equipo surgieron figuras como Óscar Bonfiglio, quien llegaría a ser arquero titular de la primera Selección Mexicana de Fútbol que asistió al primer Mundial en 1930, (Ventura, 2006) tal y como lo soñaba Gómez Parada 20 años atrás.
Se desconocen otras aportaciones de Jorge Gómez Parada al movimiento olímpico, pero uno de los mejores periodistas deportivos mexicanos, Manuel Seyde, escribió al referirse al personaje: “Los antiguos insisten: San Pedro de los Pinos fue la cuna”.