El corresponsal guerrillero

Cuando México obtuvo la sede para los segundos Juegos Panamericanos, en Buenos Aires 1951, el entonces presidente del Comité Olímpico Mexicano, José de Jesús Clark Flores, dijo a sus colaboradores que el evento iba ser el medio para unificar el deporte mexicano. Ese mismo año invitó a México presidente del Comité Olímpico Internacional, Siegfrid Edstrom, ante quien aseguró también que estaba decido a luchar para que México pudiera organizar los Juegos Olímpicos.

Sin embargo, el presidente del COI no fue el único visitante distinguido para los Juegos Panamericanos. Hubo también un médico argentino residente en México, quien en su diario personal describió las funciones para las que se contrató con la Agencia Latina de Noticias, durante los Juegos: “Debía hacer de compilador de noticias, redactor fotográfico y cicerone de los periodistas que llegaban de América del Sur”.

Una labor que lo dejó extenuado y frustrado. “Mi trabajo durante los Juegos Panamericanos fue agotador en todo el sentido de la palabra, pues…el promedio de horas de sueño no pasaba de cuatro, debido a que yo era también el que revelaba y copiaba las fotografías. Todo ese trabajo debía tener su pequeña compensación monetaria en forma de unos 4,000 pesos que me corresponderían luego de tanto trajín”.

Pero no fue el caso. “Acabado que fue todo el trajín y felicitado convenientemente todo el personal que cubriera los juegos, un lacónico cable de la Agencia Latina nos informó que cesaba sus transmisiones y que cada personal hiciera lo que mejor le pareciera con el personal a su cargo (del sueldo ni una sola palabra), saber esta noticia y entregarme de cuerpo y alma a la tarea de morderme la cola fueron todo uno” escribió el médico en su biografía.

Al abandonar, molesto y cansado, los pasillos de la Ciudad Universitaria, sede del centro de prensa de las competencias continentales en México, el improvisado periodista deportivo pasó frente al auditorio al que los estudiantes impusieron su nombre en los años 60`s, el mismo con el que el mundo lo conocerá a partir de 1956: Ernesto “Che” Guevara, comandante de la Revolución Cubana.

Olegario, de niño a directivo

El general José de Jesús Clark, presidente del Comité Olímpico Mexicano, de 1959 a 1966, se sorprendió de la juventud de los tiradores mexicanos que iban a competir en los IV Juegos Panamericanos en Sao Paolo en 1963 y los llamó los “niños del tiro”. En las competencias nacionales eran más conocidos como los “Olegarios”, en honor del miembro más destacado del equipo: Olegario Vázquez Raña.

Representante de México desde los Juegos Centroamericanos de Kingston, Jamaica, en 1962, Olegario Vázquez Raña ganó en ese entonces la primera medalla de las once que obtuvo en el certamen regional. En Sao Paolo, durante los Panamericanos, el tirador quedó en segundo lugar en fusil pequeño, posición tendido, haciendo equipo con Raúl Arredondo, Paulino Díaz y José Sáenz.


Después, Olegario Vázquez Raña fue seleccionado mexicano a los Juegos Olímpicos en Tokio, Sin embargo, el momento cumbre en su carrera deportivo ocurrió al superar su propio récord mundial en rifle de aire, con 393 puntos, en el marco de los Juegos Panamericanos celebrados en México en 1975.

Por cierto, el tirador mexicano estuvo a punto de ser expulsado de los panamericanos cuando decidió subir al pódium acompañado de su hija Gelita, de sólo ocho años, lo que fue juzgado como un desacato al protocolo por parte del Comité Organizador.

En cambio, el presidente de México, Luis Echeverría Álvarez, lo felicitó efusivamente y le dijo había demostrado a nivel continental la unión familiar, que era lo que México necesitaba promover con el deporte. Eso fue lo que evitó que Olegario fuera suspendido de las competencias. Por el contrario, ese mismo año le otorgaron el Premio Nacional del Deporte, máxima distinción del gobierno mexicano para cualquier atleta.

Olegario Vázquez Raña fue electo miembro del Comité Olímpico Internacional por aclamación en la sesión celebrada en Budapest, Hungría, en 1995, posición que ocupó también el general Clark Flores, quien lo llamó el “niño del tiro” sin imaginar todo lo que iba a crecer.

La corte de los milagros

El general Tirso Hernández fungió como presidente del Comité Olímpico Mexicano de 1931 hasta 1951, posición desde la que se convirtió en un incansable promotor del deporte con los escasos medios disponibles en su época.

Con esa motivación, siendo dirigente del Comité Olímpico Mexicano también se hizo cargo de impulsar la actividad deportiva en la capital a través de la dirección de educación física del entonces Departamento del Distrito Federal, en una forma más que curiosa.

Ante la falta de maestros de educación física reclutó a unos entusiastas del deporte para capacitarlos como improvisados profesores, cuyo compromiso y facilidad para organizar eventos les ganó el mote de “la Corte de los Milagros”, tan eficaz y peculiar como la descrita por Víctor Hugo en su novela Nuestra Señora de París: el jorobado de Notre Dame.

De allí surgieron, entre otros, el profesor Jorge Muñoz Murillo, quien llegó a ser parte de la Dirección General de Actividades Deportivas y Recreativas de la UNAM. Estaban también Leopoldo “Pollito” Hernández, quien a pesar de tener una discapacidad manejaba una liga de béisbol de 160 equipos en Tacubaya y el “cojo” González, promotor de natación en el deportivo Venustiano Carranza, primer deportivo popular inaugurado en 1929, en la colonia Balbuena.

Formaba parte de la Corte de los Milagros Miguel Mercado, organizador de torneos en el Rastro, Peralvillo y Vallejo y el profesor José Mejía Bustos, apodado el “Padre Panchito”, creador de ligas deportivas entre campesinos en Tlahuac, Iztapalapa, Milpa Alta y Chalco.

El “Padre Panchito” recorría esas colonias en bicicleta llevando en su parrilla el material deportivo que le daba el general Tirso Hernández. Con estos aliados y a golpe de pedal, el presidente del Comité Olímpico Mexicano comenzó a propalar el interés por el deporte y el olimpismo en nuestro país.

Daniel Esparza
Periodista y escritor

Primeros mexicanos en Juegos Olímpicos

Estas son historias verdaderas en 100 años del olimpismo en México.
A partir de ahora en el Blog Olímpico contaremos los pasajes que hicieron al Comité Olímpico Mexicano.
Memorias, entrevistas, anécdotas inéditas narradas por sus protagonistas.
Bienvenidos a los 100 años de vida del Comité Olímpico Mexicano.

A pesar de que el Comité Olímpico Mexicano fue fundado en 1923, la primera participación de mexicanos en los Juegos Olímpicos ocurrió mucho antes: en 1900, durante la segunda edición de los Juegos, en el marco de la Exposición Mundial en París.


De acuerdo a la historiadora Verónica Gutiérrez Lozoya en los Juegos Olímpicos de Atenas (1896) no se llevaron a cabo competencias ecuestres por problemas de presupuesto. Esta situación se subsanó en París, donde hubo competencias hípicas de salto y polo ecuestre, siendo en esta última disciplina donde participaron por México los hermanos Pablo, Manuel y Eustaquio Escandón y Barrón.


El torneo de polo de los Juegos de París 1900 fue organizado gracias a los buenos oficios del conde Charles de la Rochefocauld, conocida personalidad de la nobleza francesa, gran amante del polo hípico y líder del centro social y deportivo más exclusivo de la capital gala a principios del siglo XX: el club de Polo Bagatelle, situado en terrenos del famoso hipódromo de Longchamp.


Eustaquio y Manuel Escandón eran socios distinguidos de Bagatelle, donde practicaban con regularidad el polo. Pablo, militar de carrera perteneciente al Estado Mayor del General Porfirio Díaz, tomó parte en los Juegos debido a que vacacionaba en casa de sus hermanos al momento de las competencias.


Los tres hermanos era jinetes desde niños pues aprendieron a montar en un rancho propiedad de su padre ubicado en lo que hoy es el barrio de Tacubaya, en la ciudad de México. Junto a su colega de negocios, William Hyden Wright, los mexicanos terminaron en la tercera posición del Gran Premio de la Exposición, evento que clausuró el calendario del polo en 1900 y que el Comité Olímpico Internacional reconoció como evento oficial y como tal el primer triunfo mexicano en unos Juegos Olímpicos.

Daniel Esparza
Periodista y escritor