
La Ciudad de México todavía recuerda aquel emotivo 12 de octubre de 1968 cuando la corredora mexicana, Enriqueta Basilio, encendió el pebetero en el icónico Estadio Olímpico México 68 para inaugurar los Juegos de la XIX Olimpiada.
El primer relevista en suelo mexicano fue el veracruzano y nadador Sergio Castellanos. La antorcha de los Juegos Olímpicos de México 68 llegó a Veracruz por medio del barco Durango el 6 de octubre de ese año.
La antorcha recorrió desde la antigua ciudad de Olimpia hasta México un total de 13,536 kilómetros. Los países que vistió antes de su llegada a tierra azteca fueron Grecia, Italia, España y Bahamas. Las antorchas modernas de los Juegos Olímpicos utilizan diseños únicos que representan el espíritu de los Juegos y al país sede. Están construidas para soportar las inclemencias del clima mientras portan la llama olímpica.

Cabe señalar que con el fuego olímpico en la ceremonia inaugural, se encendieron dos antorchas una de las cuales se llevó en avión al estado de Guerrero para las competiciones de vela y la otra al Museo Nacional de Antropología e Historia, una de la sedes de la primera Olimpiada Cultural.
La antorcha de la Olimpiada XIX tiene aberturas verticales en el cuerpo. Por arriba lleva la leyenda México 68 tallada y trazada dos veces en el metal. Los surcos significaban “la proyección de los Juegos en la radio y televisión”, porque aquella justa olímpica también marcó una transición a la era moderna en el deporte con cambios sustanciales como las primeras transmisiones olímpicas a color para el mundo, la primera vez que algunas pruebas se cronometraron electrónicamente y la primera vez que un país de América latina albergó unos Juegos Olímpicos.
El Fuego Nuevo es una de las tradiciones prehispánicas que en la antigüedad se pensaba tenía que surgir para poder ver un nuevo Sol, un nuevo comienzo. Por ello, el país celebra en cada ciclo olímpico, el encendido de la antorcha con una ceremonia de Fuego Nuevo que busca transmitir un renovado mensaje de paz y unidad en el mundo.

La llama olímpica que ilumina los sueños e ilusiones de los atletas, brilló en México 68 hace 54 años y aún perdura el recuerdo ya que los atletas dejaron una huella importante en territorio nacional. Ricardo Delgado (boxeo), Antonio Roldán (boxeo), Felipe Muñoz (natación), José Pedraza (atletismo), María del Pilar Roldán (esgrima), Álvaro Gaxiola (clavadista), Agustín Zaragoza (boxeo), Joaquín Rocha (boxeo) y María Teresa Ramírez (natación), escribieron sus nombres en la historia al volverse medallistas, con la llama olímpica como testigo, de la delegación mexicana con mayor número de preseas en unos Juegos Olímpicos.
Es por eso que esta semana celebramos al fuego olímpico y a esa generación de atletas que marcaron un antes y un después para el olimpismo mexicano. La llama olímpica está más viva que nunca, y a 54 años de iluminar el deporte nacional, la ilusión de unos nuevos juegos para México se hace posible rumbo a 2036.